miércoles, 9 de noviembre de 2011



La Guerra de la Independencia Española,
 (1808-1814) fue un enfrentamiento militar entre España y el Primer Imperio Francés, parte de las Guerras Napoleónicas, provocado por la pretensión de Napoleón de instalar en el trono español a su hermano José Bonaparte, tras las Abdicaciones de Bayona, motivadas por la querella entre Carlos IV de España y su hijo y heredero Fernando VII, orquestada por los franceses, que se inició con el Proceso de El Escorial y culminó con el Motín de Aranjuez.
La Guerra de Independencia se solapa y confunde con lo que la historiografía anglosajona llama Guerra Peninsular, iniciada en 1807 al declararle Francia y España la guerra a Portugal, tradicional aliado del Reino Unido. También tuvo un importante componente de guerra civil a nivel nacional entre afrancesados y patriotas. El conflicto se desarrolló en plena crisis del Antiguo Régimen y sobre un complejo trasfondo de profundos cambios sociales y políticos impulsados por el surgimiento de la identidad nacional española y la influencia en el campo de los «patriotas» de algunos de los ideales nacidos de la Ilustración y la Revolución francesa, paradójicamente difundidos por la élite de los afrancesados.
Según el tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807), el primer Ministro Manuel Godoy preveía, de cara a una nueva invasión hispanofrancesa de Portugal, el apoyo logístico necesario al tránsito de las tropas imperiales. Sin embargo, los planes de Napoléon iban más allá, y sus tropas fueron tomando posiciones en importantes ciudades y plazas fuertes con objeto de derribar la Casa de Borbón y suplantarla por su propia dinastía, convencido de contar con el apoyo popular.
El resentimiento de la población por las exigencias de manutención de las tropas extranjeras, que resultó en numerosos incidentes y episodios de violencia, junto con la fuerte inestabilidad política surgida tras el episodio del motín de Aranjuez y el ascenso al poder de Fernando VII, precipitó los acontecimientos que desembocaron en los primeros levantamientos en el norte de España y la Jornada del 2 de mayo de 1808 en Madrid. La difusión de las noticias de la brutal represión, inmortalizadas en las obras de Francisco de Goya, y de las abdicaciones de Bayona del 5 y 6 de mayo, que extendieron por la geografía española los llamamientos iniciados en Móstoles al enfrentamiento con las tropas imperiales, decidieron la guerra por la vía de la presión popular a pesar de la actitud contraria de la Junta de Gobierno designada por Fernando VII.

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